Luz para las viejas farolas

Patrimonio artístico, pero también simbólico, emotivo, entrañable... Es lo que tiene Cánovas, que sus elementos lo son un poco de todos. Así ocurre con las tres farolas más antiguas del paseo, que rozan el siglo de vida y que estaban francamente deterioradas. Estas elegantes señoras, con su largo fuste y sus grandes brazos, ubicadas a lo largo del paseo entre la Cruz y la Fuente Luminosa, acaban de ser restauradas por iniciativa del Ayuntamiento de Cáceres. Ya están solo pendientes de que el propio consistorio indique sus nuevos emplazamientos en el parque.

La restauración ha sido financiada íntegramente por Eléctricas Pitarch, que aceptó la solicitud de la Concejalía de Cultura y ha aportado 6.000 euros para ello. El trabajo ha sido llevado a cabo por la restauradora cacereña Patricia Penis, que además ha coordinado al resto de profesionales que han intervenido. No son las farolas primitivas de Cánovas. De hecho, Cáceres no conoció la luz eléctrica hasta dos años después de la inauguración del parque, cuando en las ferias de 1897 se instalaron los primeros puntos de luz, según recuerda el responsable del Archivo Histórico, Fernando Jiménez Berrocal. Estos tres ejemplares datan de los años XX del siglo pasado, pero sí es seguro que se trata de las tres farolas más antiguas que a día de hoy se conservan en Cánovas.

Patricia Penis ha hecho un trabajo realmente cuidado, con mimo. Eléctricas Pitarch, que ya le había encargado la restauración de sus turbinas más antiguas en Hervás, le ha encomendado ahora este trabajo. En primer lugar ha tenido que dejar temporalmente su taller de la calle Hernando de Soto (‘El taller de Patricia’) para trasladarse a una nave familiar donde sí tenían cabidas estas farolas de 8 metros de alto por 3 de ancho (la amplitud de los brazos).

Completamente oxidadas

Con 20 años de experiencia dedicada a distintos tipo de restauraciones (entre ellas numerosos retablos), Patricia Penis se ha volcado desde abril en las tres piezas. «Estaban completamente oxidadas de arriba abajo, de hecho se rompieron los brazos de dos de ellas cuando fueron desmontadas por los operarios municipales», explica la profesional. Posteriormente se limpiaron mediante el sistema de chorro de arena a cargo de Pulimentos Miguel. «De este modo conseguimos eliminar todos los restos de pintura y óxido», detalla. A continuación intervino el herrero para reponer los brazos y los platillos (quedaban tres de seis y estaban destrozados).

Seguidamente, Patricia se ha encargado de restaurar las farolas para que queden lo más protegidas posibles y sean duraderas en el tiempo. «Les he aplicado una capa de imprimación contra el óxido y sobre ella las capas de acabado. He elegido el gris oscuro porque era el tono original del metal, y el verde en ciertos adornos y remates laterales, porque también tenían ese mismo color», matiza. Los electricistas de la firma Javier Expósito volverán a conectarlas para que iluminen el paseo, muy posiblemente por otros cien años... al menos.

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